4/6/10

MERCADO




Me quedé sin auto hace unos días y hoy sin monedas para el metro, decidí caminar a casa kilómetro y medio. Llovía con esas gotas que no te mojan pero empapan y yo con un dolorsito en la garganta producto de las lluvias que caen de pronto 3 días seguidos. Las calles estaban limpias, cosa rara en la Av. San Martín, escuchaba música en mi Ipod- gracias a Dios que lo tenía pues que aburrido una escena sin sound track- sonaron unos violines de una música celta cuando vi unos tarantines en la acera, la única forma de seguir era atravesando ese Mercado Popular.


Al principio me molestó, pues, me gusta caminar y sentirme libre, me gustan las praderas no las selvas boscosas, sin embargo acepté la aventura. La gente que vivimos en la ciudad tenemos que armar nuestra película de ficción para no enfermarnos del estres que ella causa, así que me metí en un largo pasillo rojo-rojito por los toldos de ese color y al ritmo de la música me metí en el bosque de olores.

Pude imaginar que yo con mi capucha que me tapaba de la lluvia era una musulmana que ocultaba su cabello de los demás hombres, estaba orgullosa que sólo mii marido Al Habib se deleitara con él cada noche. Vi la carne de res, algo desagradable y de mala calidad, un señor me dijo que el pollo estaba a 14 bf, el olor me dió náuseas y seguí. Ahora venía el Paraiso, las hortalizas frescas: 

La Cebolla morada, me acordaba a mi infancia cuando me sentí grande ya que mi mamá me dejó picarla y demostrarle que sí podía hacerlo en cuadritos, en julianas o en rueditas finas, la cebolla no me pica en los ojos desde que uso lentes de contacto. Luego vino El Pimentón, tomé uno bien rojo lo olí con intensidad... me imaginé relleno con la carne bien adobada con aceitunas, el señor con su uniforme rojo también, me balbuceó algo que no escuche por la música y le sonreí, luego tomé uno verde y los comparé, cerré los ojos para reconocer cual era el verde y cual era el rojo, son pimentones pero huelen distinto, el verde huele a pizza. Vi El Ajo, hermoso, no hizo falta tomarlo y a 7 metros ya podía sentirse el olor, volé a vidas anteriores, cuando era cocinera de la colonia, desde que tuve ese sueño el ajo me transporta a esa época. Las Ramas eran el cilantro, el perejil y el cebollín o verdeo, ellas estaban en frente... tomé un racimo y lo olí descaradamente, me provocó en seguida hacer una leña y cocinar una buena sopa o sancocho como decimos aquí. La señora que vendía se molestó conmigo por abusadora y como siempre he hecho desde que tengo uso de razón piqué una ramita de albahaca, le froté una hoja sin que se diera cuenta y me la llevé a la nariz cerré los ojos. Ese olor me hace salir las lágrimas, debo averiguar por qué. Con la misma mano, pique una ramita más grande y me la metí en el bolsillo.
El tomate estaba algo verde, pero olía muy bien, estaba fresco. La fruta muy amarilla, mango, ciruela, cambur, un señor anciano me regaló uno, me lo comí enseguida y apreté la concha con la mano para acordarme de El Chino, realmente es asquerosa la sensación, me reí del cuento. Olí el melón sin levantarlo y estaba algo verde, también su olor es distinto cuando está maduro. 

Luego como era de esperarse se me acercó un Guardia Nacional con la vieja del puesto de las ramas:

-Tiene algún problema señorita?
- Lo tiene usted cabo?
- Aquí se compra o no se compra, está prohibido oler.

Me le quedé viendo de arriba a abajo, tratando de entender. Miré a la vieja con asombro. Quise explicarle lo que sentí y quería que él lo compartiera conmigo, pero me costaría mucho entrar en una cabeza tan cuadrada. Le pedí permiso al anciano y tomé un mango y con mis manos le quité parte de la concha sin quitarle la mirada de encima al militar. 

- Yo jamás he olido el peligro señor militar, ni la muerte, ni el miedo... pero hoy me lo ha mostrado con su arma y su uniforme- le olí el cuello- ahora le cambio ese olor tan fétido por este el de la fruta que es el olor de la vida. El militar cerró los ojos al oler el colorido mango amarillo y se le salió una lágrima.

-Debe salir del Mercado inmediatamente está alterando el orden público.

Paró de llover y ambos nos miramos con tristeza, bajé la mirada, respiré y me fui. Yo también lloré 

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